A comienzos del invierno unos unos cazadores, unos tuercebotas que disparan a cualquier cosa en movimiento, y luego se jactan de ello en el bar del pueblo, alardeando de lo buenos cazadores que son y que donde ponen el ojo ponen la bala, mataron a la última osa del Pirineo, siguiendo el ejemplo de otro ilustre tuercebotas. La preocupación inmediata de los científicos fue conocer el paradero de sus cría de 10 meses, sus posibilidades de supervivencia eran reducidas, dado que se acercaba el crudo invierno, y resultaba poco probable que lograse seguir adelante sin su madre.
Pues bien la noticia es que la cría de Canela (así era como se llamaba su madre) a sobrevivido al invierno y a la estupidez del genero humano, y ahora se encuentra campando a sus anchas por donde hace una año lo hizo con su madre, sin saber que probablemente se el último ejemplar de su raza, que no encontrará a ninguna hembra fértil con la que tener crías, y que a él probablemente también lo asesinará otro tuercebotas con escopeta, ante la pasividad de los políticos, guardas forestales, y gestores de parques nacionales.