Después de un prolongado silencio, el Führer añadió que si la pérdida de París sera inevitables, el enemigo no debía encontrar más que un "campo de ruinas". Warlimont recuerda que, tras estas palabras, Hitler ses vio sacudido por un nuevo ataque de furor. Aullaba que había dado las órdenes necesarias para que la ciudad fuera destruida. Él personalmente había designado unidades especiales para que preparasen aquellas destrucciones. ¿Se habían cumplido aquellas órdenes?, preguntó al jefe de Estado Mayor. -Jodl -gritó con voz ronce-, ¿arde París? Reinó un intenso silencio en el bunker. Warlimont contempló a su alrededor las caras petrificadas de sus colegas. -¡Jodl! -repitió hitler, dando con el puño sobre la mesa-, ¡quiero saberlo! ¿Arde París? París, ¿está, sí o no, a punto de arder?
Dietrich Von Choltitz desobedeció las órdenes de Hitler, y no pribó al resto mundo de París.